El mar de noche y él son lo mismo.
Tiene la risa del viento tibio de un cielo celeste de enero,
y no lo sabe.
Tiene la voz del roce de la espuma de mar sobre la arena cálida,
y quizá no se ha dado cuenta.
Su presencia es esa estrella tenue que sobresale en un cielo despejado multicolor,
y no se lo imagina.
Sonríe como si el mismo Dios naciera de sus labios,
y si se lo dijera,
no me creería.
La sonrisa más linda es la suya,
y no tiene ni idea.
En su mirada nadan los peces más ocultos del oceáno,
y si no se lo dijera, jamás lo pensaría.
No importa cuánto ni cómo se lo diga,
para él siempre será
como si nunca
lo hubiera sabido.