Abril

Sentada en las rampas de la universidad, esperando que vengan por mí. O tal vez esperando escuchar lo que necesito oír. El cálido aire besa mi rostro luego de haberme golpeado secamente. Como el aire, la vida es.

No es pretensión moralizar, es mi obligación recapacitar. Por eso escribo. No soy escritora, soy alguien que escribe: por necesidad, por desahogo, por ventura o por deber. O por doler. Todos saben ya que estoy perdida en un lugar del que no sé salir. (No siempre funciona el «querer es poder»; es necesario el «cómo» y el «por qué»).

La tarde empieza a oscurecer, veo frente a mí un bello atardecer. A pesar de la lluvia gris de hace un par de horas, finas y elegantes pinceladas de nubes rosas y amarillas y violetas se dibujan a mi alrededor. Las mariposas me persiguen a donde voy, y pareciendo no saber a dónde van, lo saben mejor que yo.

Un anciano, un adolescente; me han visto escribir sin saber qué, parecen saber a donde van, pero a lo mejor no. Algo que sí tienen claro es quiénes son. Es lo que olvidé. Lo que no he querido creer. ¿Quién soy? ¿Por qué soy lo que soy? ¿En dónde estoy? ¿Por qué estoy como estoy?

Un joven se acerca a tomar fotografías al sol, al cielo, a ese cielo que nos cubre a todos por igual. Al intentar corregir sus técnicas fotográficas, entabla una conversación conmigo… Al irse, retorno mi pensar… recordando sus palabras. No las que quería oír, pero sí las que necesitaba escuchar. Las que sabía, estaban en mí, pero a las que no quería prestar atención.

Y sólo en el silencio le platico a quien me escucha, y es Él desde mi corazón.

Escrito el 5 de abril del 2011 en una página de agenda, y encontrado en un día como hoy. He cambiado, pero sigo siendo la misma.

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